
Este 28 de junio, como cada año, debe servir como recordatorio de que el Orgullo no nació como una celebración, sino como la respuesta social al odio, a la represión y a la condena a una vida en los márgenes en la que vivían -y viven- las personas LGTBIQA+.
Ludwika fue una de ellas. Mujer trans. Activista. Guatemalteca. Defender los derechos de las suyas y del resto del colectivo casi le cuesta la vida en más de una ocasión. Desde que era adolescente, antes incluso de iniciar su proceso de transición, ya formaba parte de redes de apoyo local donde se ofrecía acompañamiento legal, acceso a la salud y contención emocional para mujeres trans en situación de vulnerabilidad. Su trabajo fue clave para visibilizar la situación que atraviesa la comunidad trans en Centroamérica.
Quizás esa fue su condena. Tener un nombre, hacerse notar, ser conocida. Siempre tuvo claro que la lucha “no era solo por ellas, sino por todas las que ya no pueden alzar su voz porque las mataron”. Esa valentía -junto con incontables episodios violentos hacia su persona- la llevó a dejarlo todo esperando encontrar en España una vida sin violencia y, aunque hoy vive en paz, sus heridas físicas, pese a estar cicatrizadas, dan buena cuenta de todo lo que atravesado. Las emocionales, en cambio, quizás nunca se curen.
En un contexto mundial donde los discursos de odio y los retrocesos en derechos de las personas migrantes y refugiadas LGBTIQA+ se intensifican, historias como la de Ludwika deben servir de recordatorio de las razones por las que la lucha del colectivo LGTBIQA+ siguen siendo tan necesarias. Este 2025, el lema #NiUnPasoAtrás alude a la importancia de no ceder lo que tanto ha costado conquistar.
Porque frente a la criminalización, la exclusión social y la violencia impune, Ludwika sigue en su lucha, trabajando, ahora desde España, con numerosas entidades en favor de este colectivo que representa con cada pequeña conquista la dignidad de quienes solo quieren vivir sin miedo.
Cada una de las personas migrantes y refugiadas LGBTIQA+ del mundo tiene tras de sí una historia de resiliencia. Por eso, este 28 de junio, decir #NiUnPasoAtrás es honrar vidas como la de Ludwika y reconocer que cualquier retroceso significa más riesgo, más peligro y una pérdida de derechos humanos en las sociedades que queremos construir.