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Desigualdades en la conciliación familiar y laboral: desafíos pendientes para la igualdad

Cuando en una conversación aparece la palabra “conciliación”, inmediatamente nos viene a la mente una mujer que lucha por alcanzar todos los aspectos de ser profesional y madre: reuniones, proyectos escolares, viajes de trabajo, pediatra, llamadas importantes, extraescolares, comidas con clientes, juegos, encuentros con proveedores, cumpleaños, horarios rotativos… y que ve en esta conciliación la solución a esa carrera de fondo. Entendemos por conciliación laboral “la posibilidad de que las personas trabajadoras hagan compatibles, por un lado, la faceta laboral y por el otro, la personal en el sentido más amplio posible, incluyendo tanto las necesidades familiares como las personales e individuales, la gestión del ocio, etc. Las empresas, como entidades empleadoras, ponen a disposición de su personal una serie de medidas que tienen como objetivo la compatibilización de su puesto de trabajo con el tiempo que necesitan para realizar otras actividades” (Guía “Buenas prácticas de conciliación y corresponsabilidad en las empresas con distintivo ‘Igualdad en la empresa’” – Red DIE). Este derecho finalmente se plasmó principalmente en las leyes 39/1999 y, más recientemente, en la 3/2007, ambas con el mismo objetivo: concienciar a empresas sobre la necesidad de facilitar los cuidados y a la sociedad, de que sean compartidos entre mujeres y hombres. Sin embargo, y a pesar de lo beneficioso que ha resultado la regulación de esta opción laboral, la conciliación no es el salvavidas esperado para las mujeres. En algunas ocasiones, la única manera de conseguirlo es renunciando a su puesto de trabajo y quedándose en casa, o buscando otro empleo con un horario reducido que le haga más fácil el cuidado de sus hijas e hijos (7 de cada 10 puestos de jornada parcial son ocupados por mujeres); en otras, la reorganización horaria no es posible y deben disminuir su jornada, con la consiguiente pérdida de poder adquisitivo; en otras más, la red social de apoyo es fundamental para poder mantener el empleo. Y si añadimos el perfil de inmigrante a ese imaginario de mujer madre y trabajadora, la situación se complica aún más, sobre todo cuando la llegada a España es reciente o no ha sido posible crear una red de apoyo entre las personas conocidas en su nuevo entorno. En la mayor parte de los casos, sin importar la profesión que desempeñaban antes del proceso migratorio, las ocupaciones que estas mujeres encuentran en su nuevo lugar, se encuadran en el sector servicios a través de los cuidados, la limpieza o la hostelería, por ejemplo, donde los horarios y las necesidades a cubrir hacen muy difícil la conciliación con sus propias familias: fines de semana, noches, incorporaciones con muy poca antelación, jornadas maratonianas en ciertas épocas del año… Estas últimas circunstancias son las que las propias empresas esgrimen para denegar o desalentar a las trabajadoras a la hora de solicitar este derecho, anteponiendo un interés económico a un derecho reconocido legalmente y que resulta imprescindible a la hora de aumentar el salario emocional de las personas trabajadoras, cada vez más importante a la hora de aceptar o mantener un trabajo. Incluso podemos ver cómo aparece esta discriminación en las primeras etapas de la relación con […]

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