Por encima de todo, Madres
Artículo de Helena Maleno. Periodismo Humano
Lleva cuatro años esperando un test de ADN que la confirme como madre de su hijo, un menor tutelado por la Comunidad de Madrid. "Vivo con el miedo a que mi niño sea dado en adopción a una familia española, si es que no lo está ya", declara F. ante la dificultad de obtener información sobre su hijo.
Uno de los principales problemas a los que se enfrenta F., como ella misma dice, es que es pobre, inmigrante y vive en Marruecos.
En 2006, con su demanda de asilo bajo el brazo, tramitó en el Consulado de Tánger una procuración para que un abogado la representase en el estado español y parar el proceso de adopción de su hijo.
Adjuntaba los documentos que probaban la filiación entre ambos. Describía así cómo su niño había llegado a la Comunidad de Madrid,
"Durante mi estancia en Rabat, en el barrio de J5, hemos conocido a una estudiante de Islas Comores, que nos ha ayudado a encontrar una pequeña habitación en ese barrio. Hemos hecho amistad con esa estudiante con la que dejaba a mis hijos. Estuve hospitalizada con mi hijo, el más pequeño, en Rabat y durante la hospitalización he dejado a mis otros hijos H. y A., con la chica de Comores.
Un día, el hermano de la chica ha venido enfadado al hospital porque su hermana le había dejado un niño en su casa y la estaba buscando. He sentido pánico, sabía que algo andaba mal, que algo le había pasado a mi segundo hijo.
Después de un mes, el hermano de la chica me ha dicho que había recibido una llamada procedente de Casablanca, del aeropuerto, que su hermana había sido repatriada desde Barajas, pero que mi hijo se había quedado en España. Ella había intentado irse con un pasaporte perteneciente a una madre y donde también había un niño. Así, conseguí, en octubre de 2005, el contacto de una organización española que me informó de la situación de mi niño.
Después de reclamar mis derechos como madre durante más de cuatro años, las autoridades españolas me han hecho saber a través de la Cruz Roja Internacional que mi hijo está en adopción temporal y en espera de la adopción definitiva", declara F., mamá del menor.
La media luna roja hizo un informe sobre la penosa situación en la que subsiste la madre.
En Marruecos malvive tras que el ACNUR le denegase el asilo. Ella, procedente de Congo RDC, se queja porque otras mujeres de su mismo perfil sí que han sido declaradas refugiadas. Tres hijos viven aquí con ella, uno de ellos recuerda perfectamente a su hermano pequeño que está en España.
En teoría, un test de ADN debería haberse hecho al menor y otro a la madre.
El problema es que nadie se ha querido hacer cargo de los gastos y del trámite que esa prueba supone en Marruecos. Ninguna administración española o marroquí, y ningún organismo internacional.
La única relación directa con la realidad del menor se hace a través de Cruz Roja Internacional. Hace unos meses, se recibía una notificación desde Cruz Roja en España donde se decía que la madre llevaba tiempo en paradero desconocido, lo cual podría haber acelerado los trámites para la adopción.
Hecho que no era cierto, puesto que ella mantenía en todo momento relación con la Media Luna Roja a la que incluso notificaba sus cambios de domicilio. Asimismo, mantuvo siempre el contacto con organizaciones españolas que apoyaban su caso en Madrid.
Todo esto a pesar de que F. ha sufrido durante estos cuatro años un secuestro, varias deportaciones a frontera y ha sido víctima de violencia.
En estos momentos dice estar embargada por la misma resignación que su camarada O., que perdió a su hijo en la valla de Ceuta en circunstancias sin clarificar. El pequeño fue pronto trasladado a la península por las autoridades españolas y entregado en adopción.
Su madre, que ha intentado buscarlo por todos los medios, no puede tener acceso a ninguna información sobre el menor. "Sólo quiero que sepa un día que su madre le ha estado buscando y que le quería y que le quiere. Al menos poder hablar con él por teléfono".
Ambos niños eran muy pequeños cuando llegaron al estado español, y dejar pasar el tiempo, hace que la balanza sobre el interés superior del menor se incline hacia la adopción. Además, si del otro lado están madres solas, inmigrantes que huyeron de un conflicto bélico y que nunca pudieron denunciar la sustracción de sus hijos, el drama está servido.
"¿Qué le puedo ofrecer? Mis otros tres hijos aquí viven sufriendo y seguro que él vive mejor, pero es que es mi hijo y no hay un día que no pueda recordarle", declara F.
Mucha más suerte tuvieron otras tres parejas congoleñas. Ellas también perdieron a sus hijos secuestrados en la frontera de Argelia y utilizados como escudo para pasar al Estado español. El destino les dio una oportunidad y pudieron reencontrarse con ellos debido a su estatus de refugiado y a la colaboración de la Comunidad Autónoma competente.
"Me han dicho que he tenido mala suerte que mi hijo haya llegado a Madrid, que si hubiese llegado a otra región española sería diferente", se lamenta F. Y es que las competencias de cada Comunidad en materia de menores hacen que las medidas y políticas respecto a los niños migrantes sean totalmente diferentes y obedezcan demasiado al capricho de los políticos de turno.
En este sentido, el IMMF (Instituto Madrileño del Menor y la Familia) parece haber sido negligente con la existencia de la madre.
Por otro lado, muchos otros niños ni siquiera llegaron a ser tutelados y no han sido aún encontrados por sus padres. "Vino a casa y me propuso llevarse a uno de mis hijos, tenía un pasaporte para viajar un adulto con un niño. Aquí vivimos fatal, huíamos de la guerra, hemos pasado muchas penalidades. Mi mujer no quería que el niño viajase, pero pensé que era lo mejor para él. Era todo muy fácil, llegarían a París y allí se quedaría con un familiar nuestro. Pero nunca llegó. A la persona le perdimos el rastro", dice con desesperación un padre congoleño.
Tiene razón en dos cosas, que la angustia por dar una vida mejor a sus hijos les hace tomar decisiones sin sopesarlas y que la mayoría son tomadas por el varón de la familia, relegando a la madre a un segundo plano.
Desgraciadamente la comunidad congoleña en tránsito ha podido perder a un gran número de menores durante su diáspora.
El conflicto bélico de RDC, la dureza del camino, el poder de las redes de trata y la incapacidad de las administraciones para proteger a los menores, hacen que asistamos a una de las situaciones más invisibles que vivimos en nuestro mundo transnacional.
Muchas madres divididas entre el amor a sus hijos y la resignación de que allá donde estén encuentren un futuro mejor.
"Queremos que cuando crezcan sepan que no les abandonamos, que nos los robaron, que les buscamos, que no pudimos recuperarles pero que no por eso dejamos de quererles".