Artículo publicado en el periódico ileón en el que la periodista Isabel Rodríguez, habla con una de las muchas víctimas de violencia machista que acude a pedir ayuda a la F.F.M Isadora Duncan.
A los seis meses de llegar desde Brasil a España, hace 12 años, María –nombre falso para ocultar la verdadera identidad de la protagonista de esta historia- conoció al que luego se convertiría en el padre de su hijo. Y también en su peor tortura. Cuando la trataba como si fuera una reina y la agasajaba con todo tipo de regalos, ni sospechó que detrás de tanta amabilidad se encontraba un monstruo. "Me enamoré, perdí mi pasaporte y me dio todo tipo de facilidades, me compró un collar carísimo, viajes..." No reparaba en gastos si se trataba de hacerla 'feliz', aunque ahora que María echa la vista atrás se da cuenta de que no todo era tan perfecto. "Me compraba mucha ropa, pero solo la que él quería, me llevaba vestida como una vieja", reconoce.
Aquel hombre fue como un espejismo en el desierto que supone aterrizar en un país extraño con apenas conocidos y siendo tan joven, unos 18 años. La primera pista de que él no era todo lo maravilloso que ella creía la tuvo durante un viaje por el Caribe. Estaban haciendo una pequeña travesía en barco cuando él la empujó y cayó al mar. Podría no haber pasado de una broma algo pesada si él no hubiera sabido, como sabía, que ella tenía pánico al agua porque había estado a punto de morir ahogada y no sabía nadar. "Me humilló y le insulté, tuvimos una gran bronca, pero después hicimos las paces, me dijo que me quería, que lo sentía, que quería tener un hijo mío... y yo, que tenía 19 años y era tonta del culo, me lo creí". No fueron sus únicas mentiras. "Le decía que quería trabajar y regular mi situación y él me decía que una tía suya del pueblo me podía contratar en su cafetería o que su padre me ayudaría con los papeles, pero nunca hubo nada de eso".
A través de esas estrategias consiguió aislar a María de cualquier contacto con el exterior y cumplió su objetivo: tener un hijo con ella al que convirtió en rehén de la relación. "La primera paliza fuerte me la dio cuando estaba embarazada de siete meses, pero a pesar de lo que me hacía, luego no me atrevía a dejarle, tenía mucho miedo porque me amenazaba con quitarme al niño". Aguantó de todo, se convirtió en un zombie sin ganas de levantarse tras los golpes, hasta que un día el rebasó la línea que ella no estaba dispuesta a permitir. "Cuando el niño tenía nueves meses, lo tiró contra el sofá; yo cogí un cuchillo y le amenacé y él salió a la calle gritando que ¡yo! le quería matar. Ahí me di cuenta de que conmigo podía hacer cualquier cosa, pero no podía permitir que lo hiciera con nuestro hijo".