
La pandemia global que vivimos a raíz de la expansión incontrolada del Covid-19 ha supuesto la paralización total de la economía mundial. Este fenómeno, inédito en la historia de las sociedades contemporáneas, ha visibilizado y agravado las brechas de precariedad, desigualdad y exclusión que atraviesan las vidas de los colectivos sociales más vulnerables, como se trata de las mujeres, los y las migrantes, sobre todo en situación irregular, o los países del Sur Global respecto a los del Norte. El distanciamiento social forzoso al que nos ha expuesto esta pandemia nos ha hecho aún más tecnológicamente dependientes de lo que ya éramos antes de ella para desarrollar nuestra vida académica, social o laboral, a la vez que se ha puesto en relieve que muchas personas no tienen acceso a algo tan básico para la mayoría: conexión a Internet y nociones básicas sobre el manejo de los dispositivos tecnológicos. Según Unicef, en España 100.000 hogares no tienen acceso a Internet por falta de recursos económicos, lo que las limita también a adquirir las herramientas necesarias para integrarse en el mundo digital. Estos hogares están formados en su mayoría por personas que ganan menos de 900 euros al mes. Durante estos últimos meses, muchas ONGD y asociaciones que trabajamos con personas vulnerables, con dificultades económicas y/o en riesgo de exclusión social, como mujeres víctimas de violencia de género y/o personas migrantes en situación irregular, hemos vivido en primera persona las limitaciones que esta brecha digital impone sobre sus vidas, a la vez que nuestro trabajo se ha visto profundamente limitado y nos ha alejado de nuestros usuarios y usuarias cuando más nos necesitaban.